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martes, 17 de mayo de 2011

El Segundo Viaje de Pizarro


Episodio de la Isla del Gallo, en el Segundo Viaje de Pizarro
Episodio de la Isla del Gallo, en el Segundo Viaje de Pizarro.
Pintura: Juan Lepiani.
En octubre de 1526, Pizarro y Almagro, con los dos barcos, partieron de Chochama hacia el Sur y llegaron al rio de San Juan. Mientras Almagro volvía por refuerzos a Panamá, el piloto Bartolomé Ruiz, exploró la costa sudamericana occidental hasta Coaque, en cuyo viaje capturó una balsa de indios tumbesinos con los cuales confirmó la existencia del Tawantinsuyo. Luego Pizarro avanzó con su expedición hacia la bahía de San Mateo y al río Santiago, a fines de julio de 1527, y luego llevó a sus hombres que se hallaban descontentos a la isla del Gallo, mientras enviaba los dos barcos a Panamá, con Almagro y el vedor Juan Carballo.
En una de las naves, los soldados descontentos, enviaron a la esposa del gobernador de Panamá un ovillo grande de algodón en cuyo seno iba una denuncia escrita, que terminaba con un texto que decía:
“A Señor Gobernador
miradlo bien por entero
allá va el recogedor
y aquí queda el carnicero”
Enterado del documento el gobernador de Panamá, Pedro de los Ríos, envió dos barcos a recoger a la fuerza a los expedicionarios, los mismos que llegaron a la Isla del Gallo a fines de setiembre de 1527. Al mando de ellos venía el capitán Juan Tafur, a recoger a todos los hombres. Entonces Pizarro, viendo a punto de fracasar su empresa, asumió un gesto heroico, desenvainó su espada, trazó una raya en la arena de la playa y les dijo a sus hombres: “Por este lado se va a Panamá a ser pobres, por éste al Perú a ser ricos, escoja el que fuere buen castellano lo que más bien le estuviere”. Sólo trece hombres atravesaron la raya siguiendo a Pizarro, los célebres “Trece del Gallo”. Los demás soldados se embarcaron con Tafur rumbo a Panamá, y éste trasladó a Pizarro y a su pequeñísima hueste a la Isla Gorgona.
Luego de estar en ella, solos, seis meses, en marzo de 1528, volvió el piloto Ruiz a la isla para recoger a Pizarro. Pizarro convenció a Ruiz para explorar el Sur y llegaron a la isla Santa Clara y a continuación a Tumbes, donde los españoles por primera vez encontraron una ciudad importante y civilizada con fortalezas, templos y murallas. Varios españoles descendieron a tierra y comprobaron la importancia de la ciudad y su elevada cultura y por lo que es más, confirmaron visualmente la existencia del Imperio del Tawantinsuyo.
Pizarro llamó a Tumbes, Nueva Valencia y luego navegó hacia el Sur por las costas del reino vasallo de Chimor, hasta llegar a la desembocadura del río Santa. El Tawantinsuyo había dejado de ser un sueño y un mito, había sido descubierto y Pizarro volvió en triunfo a Panamá.

La Capitulación de Toledo en 1529

Al volver a Panamá con la noticia del descubrimiento del Tawantinsuyo, Pizarro tropezó con las dificultades que le puso y la casi oposición del gobernador, Pedro de lo Ríos, que quería impedir una nueva expedición, por lo que los tres socios decidieron negociar la conquista del Perú con el propio rey. Pizarro fue designado por sus socios como Procurador, es decir apoderado en el lenguaje de la época, y viajó a España con ese carácter, en octubre de 1528, acompañado del griego Pedro de Candia, llevando oro, plata, piedras preciosas, llamas y tejidos del Perú. En Sevilla, Pizarro fue apresado por antiguas deudas con el bachiller Enciso, todavía de la época de su estancia en el Darién. Logró salir libre gracias a la influencia de su pariente, Hernán Cortés, conquistador de México y éste lo ayudó para que fuera recibido en la corte. Allí se entrevistó en Toledo, con el propio rey, Carlos V, a quien expuso sus planes y pretensiones y negoció con el Consejo de Indias.
El resultado fue la firma de la Capitulación de Toledo, realizada el 26 de julio de 1529, que le autorizaba para la conquista del Perú. Por la corona firmó la reina Juana la Loca, madre de Carlos V.
Por esta Capitulación, Pizarro obtuvo la autorización para conquistar el Perú, fundar ciudades, dentro de los límites de su gobernación que abarcaría una longitud de 200 leguas a lo largo de la costa sudamericana del Pacífico, a partir del río de Temumpalla (Santiago) en el norte del Ecuador hasta Chincha, en la costa central del Perú.

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